Corre el año 2005. La controversia acerca de los derechos jubilatorios de un grupo considerable de docentes solo crece con el tiempo, y ha sido objeto de amargas disputas con motivo de una resolución de la Sala Constitucional de años atrás, que reconoce un período de 20 años de residencia como válido para el cálculo de años de servicio para jubilación. Muchos docentes podrían jubilarse entonces bajo condiciones más ventajosas, lo que desata la ira de los intereses que se esconden tras los medios de “comunicación”, quienes vaticinan, como es costumbre, que todos los fuegos de infierno económico se desatarán sobre el país si ello se permite.
Como es de esperar, el Ejecutivo y otros entes estatales se pliegan y hacen eco del clamor mediático en contra de las pretensiones de los docentes. El Ministro de Hacienda proporciona cifras que, acuerpadas por el Presidente del Banco Central, señalan que para el pago de las pensiones del Magisterio harán falta ni más ni menos que 4000 millones de dólares en los próximos 60 años, cifra suficiente para aterrorizar al más “pintado”.
Sale al paso de tales afirmaciones don Luis Guillermo Fernández, entonces asesor actuarial de la Junta de Pensiones del Magisterio, quien manifiesta que si el Estado no hubiera desviado las cotizaciones de los docentes y las suyas propias a gasto ordinario, el fondo previsional para el pago de esas pensiones alcanzarían los 2.7 billones (millones de millones) de colones, que convertidos a dólares al tipo de cambio de ese entonces darían 5700 millones de dólares, con una diferencia a favor de 1700 millones de dólares. Gana entonces el actuario por “knock out”.
Citamos textualmente al señor actuario: “ ¿cómo pretende el sector económico del país que los maestros no estén molestos con las declaraciones de personas que, en lugar de disminuir la evasión fiscal… pretenden dejar de reconocer el derecho a la pensión digna, equitativa y justa que les corresponde?…los maestros solicitan y exigen lo que les corresponde…porque ya lo pagaron, y con creces”. Definitivamente, no hay mejor maestra que la historia, ni espectáculo más patético brindado por aquellos que, lustros más tarde, se niegan a aceptar el hecho de que el Magisterio no sólo cotizó para sus pensiones, sino que lo hizo “con creces”, demostrando así la falsedad de la campaña infame en su contra según la cual los docentes “no cotizamos para nuestras jubilaciones, o no lo hicimos lo suficiente”.
* En La Nación, pág. 32 A, 27/5/2005